11 junio, 2008

Despedida, encuentro y despedida

La primera despedida fue la de un amigo. Organizó para despedirse un “festejo” en un bar donde somos habitúes. Como era viernes, y usualmente este día de la semana, como así también los sábados; el lugar se atesta de gente. Llegué al lugar y me encontré con el anfitrión de la fiesta. Luego de intercambiar las típicas preguntas y respuestas (hola ¿como esta? Muy bien, ¿y vos? ¿Que haces? Ya te vas. Tomamos algo. Te invito. Esta puede ser la última vez que nos veamos. No soy alérgico a los crustáceos, etc.) me presentó a algunos de sus amigos que yo desconocía del su antiguo colegio, además de dos señoritas las cuales previamente ya había conocido. Me quede charlando por ende con las señoritas. La mayor parte de la conversación entre ellas fue: ¿Qué es mejor el verano o el invierno? Dos defensores indiscutidos del verano (entre ellos el que escribe y otra de las damiselas) y la retadora. Ganamos abiertamente la discusión, el verano es lo mejor que hay y el invierno apesta. Aunque no lo crean este intercambio fue sumamente divertido, teniendo en cuenta que estábamos en un bar con buena música (J. Kay y su banda – tiene otro nombre pero si saben de música van a saber de que banda hablo)

Esa noche además de la despedida, me habían invitado a una fiesta en otro lugar donde quizás iba a estar una mujer la cual me atrae mucho. La despedida había llegado a su fin. Salude afectuosamente a mi amigo y me retire. (“Sobra noche”). En el bar donde estaba las mujeres estaban muy pero muy lindas, pero no lo suficiente para impedir ir a probar suerte en la otra fiesta con la matrona en cuestión.

Me retiré de la fiesta y me fui a tomar el colectivo (no se porque la mayoría de mis relatos incluyen un ómnibus, quizás si me comprara un auto todo esto terminaría, quizás si tuviera el capital para hacer, y quizás sino fuera porque me gusta tanto beber y detestaría ser “el conductor asignado”, demasiados “quizás”). Tardó una perennidad, finalmente llegó. Me perdí por las calles posterior a mi descenso del vehículo de servicio publico. Justo esa calle se corta dos cuadras antes de donde me baje, por eso me costo un poco encontrarla. Pensé que Dios la había movido a propósito, suele hacerme eso, es tan bromista.

Arribé a la fiesta, y fui en busca de mi camarada que me invito a dicha fiesta. Lo avisté tomando una cerveza con un conocido. Nos saludos y prontamente fui en busca de mi amorío.

Allí estaba, hermosa, me miró, sonrió y se dirigió a mi encuentro, nos abrazamos. Luego nos quedamos bailando un poco, fue entonces que ella quiso tomar algo y se retiro a la barra. Me anime, este era mi momento. Voy a declararle mis intenciones. Voy a besarla… La seguí con cierta ansiedad y temor (un buen miedo), en eso… ahí estaba la perra frustración.

Otro hombre se encuentra con ella y la besa.

Todo había terminado.

Soy un dormilón. Pienso mucho antes de actuar. Ella que estaba soltera, ahora estaba de los brazos de otro hombre. En mi cabeza sonaba la canción, “El tiburón” – El tiburón se la llevo, se la llevo, el tiburón, el tiburón -.

Esa fue mi segunda despedida de la noche. Un despedida que nunca tuvo un verdadero encuentro.




1 comentario:

Anónimo dijo...

Ja! Doy fe... Pensaba q auto-tirarte por las escaleras simbolizaba la intencion de romper algo mas q solamente una mandibula.
CAPitalice o se va a terminar quedando sin dientes..


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