24 julio, 2008

El baño celestial

Ayer me visitaron dos de mis sobrinos. (Ante todo quiero destacar, aun cuando más adelante se darán cuenta, que soy niñofóbico. Hay gente que no le gustan la arañas, o los espacios reducidos, a mi no me gustan los niños. ¿Será envidia de verlos en un estado de inocencia que tiempo atrás perdí? ¿O quizás porque no dejan de moverse y gritar con sus agudas cuerdas vocales? En fin, cualquiera sea la razón, prefiero no tener niños alrededor.) Como buen tío, me entregue a sus demandas, tomar leche con cereales, jugar a la pc, jugar a “las pirámides”, jugar un juego que invente un día para que se cansen y se duerman (ese es el nombre técnico – patente pendiente), jugar a las canicas, jugar a tirarnos todo tipo de contundente no duro, jugar a la guerra, jugar… jugar… jugar. Los niños tienen excesiva energía y al no tener responsabilidades, se dedican a dilapidarla en juegos. Son homoludens, hombres que juegan, todavía no son hombres pero saben por donde va la idea.


Ante tal día, decidí en cuanto llegó mi madre, delegarle los querubines y tirarme a dormir… no tenia sueño pero quería descansar mi cabeza, la posición horizontal fue mi elección, al tener llave de mi cuarto, estaba asegurado de que no tendría una invasión liliputiense por mi aposento.


Al rato me dieron ganas de ir al baño, salí de mi guarida y me dirigí al baño, lo admirable fue lo que sucedió. No hay chico que entienda la Razón, su libertinaje es permitido por su condición ante-púber. Uno de mis sobrinos acechaba desde un paraje cercano. Esperaba el ataque perfecto hacia mi persona, cuando llego mi madre, había quedado una guerra inconclusa, y él no la había relegado. Al escuchar que la bóveda donde me escondía se abría, él corrió al ataque. Para entonces yo había entrado al baño y fue hay donde me sorprendí de lo sagrado de tal lugar, un invisible candado insoldable. El baño es sacro, y hasta un pequeño lo sabe.



Escuche su llamado de guerrero, a lo que conteste: “Estoy en el baño.” Cualquier otra cosa, cualquier otra orden, indicación, advertencia, agravio no lo hubiese frenado pero esa frase lo freno por completo. Sabía, al igual que un romano, que el baño es muy importante.

Me maraville ante tal hallazgo, el templo de Zion. Enumeré las situaciones o acciones en las que el baño freno toda perturbación. Los teléfonos que no conteste, las compras que no baje a abrir, los invitados que no recibí, infinidad de cuestiones que fueron anuladas por el sacrosanto sitio en cuestión.

Luego salí del baño y me dirigí nuevamente a mi otro tabernáculo, mi habitación.


Mis sobrinos complotaban desde afuera, escuche sus vocecillas diabólicas, algo se tramaban. Silencio. Silencio. ¿Se abrían rendido? ¡Jamás! Comencé a escuchar la venida de unas ruedas diminutas para culminar con un choque sobre la puerta de mi santuario. Así se sucedieron varios autitos sobre mi puerta, estaba siendo atacado.


Si uno es argentino lo demás que viene a continuación será comprendido. Por mis adentros me dije, me están haciendo un piquete auto-bomba. El líder, mi sobrino mayor, aulló: “CHORROO, CRISTINO”… “CHOORROO, CRISTINO”. La TV y la realidad que los alimenta… en su inocencia mi sobrino pensó que “chorra, Cristina” era un insulto, lo único que hizo es cambia el género. (Es un hecho real)


¿Cual fue mi frustración? Fueron dos: por un lado cuidar a los chicos, por el otro advertir lo mal que esta el país. Pero valieron la pena, ahora se que puedo leer el diario tranquilo en el baño.


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